¿Cuántas veces has visto a
una madre que amamanta dudar de su propia leche? ¿Cuántas veces has escuchado a
mamás que dan el pecho afirmar que su leche no es suficientemente buena, que no
alimenta a su bebé o que es pura agua?
Hace poco una madre nos escribió
angustiada por la salud de su bebé, y con mucha razón, pues el pediatra le insistía
que su bebé no ganaba suficiente peso y requería la introducción de fórmula
infantil. Inmediatamente la madre pensó que su leche no era buena, porque no le
estaba haciendo bien a su bebé.
Como todas las consultas que
recibimos, esta nos deja una reflexión que va más allá del caso concreto y que
nos enriquece como acompañantes en lactancia y crianza. Nos preguntamos:
¿Por qué las mamíferas humanas desconfían de su leche? ¿Qué les hace pensar que
la leche de vaca químicamente modificada (fórmula infantil) es mejor que la
leche que produce su cuerpo, el mismo que gestó durante 9 meses a su bebé? ¿Qué
les hace pensar que su leche podría hacerle daño a su bebé?
La creencia de que la leche
materna puede perjudicar a un bebé, va mucho más allá de otra creencia
-igualmente falsa- según la cual sólo algunas mujeres pueden amamantar. Que una
mamá piense que su leche puede hacer daño a su bebé nos obliga a reflexionar
como sociedad sobre los mensajes dirigidos a las mujeres en torno a la
maternidad y a través de los cuales se siembra la desconfianza hacia sus propios
cuerpos, el terror hacia lo natural.
Al llegar al embarazo, la mujer
ya ha recibido un sinnúmero de mensajes negativos sobre la maternidad y la
lactancia, provenientes de un sistema económico y social donde la reproducción
de la vida y el cuidado de l@s otr@s no tiene valor, a menos que se pueda
convertir en mercancía, y por lo tanto genere renta.
Lo más seguro es que esa
mujer cuando niña no haya jugado a darle el pecho a sus muñecas, sino a darle teteros de fórmula infantil. Durante
años, los medios de comunicación le han transmitido imágenes donde se relaciona
el parto natural y la lactancia con sufrimiento, dolor. Por si fuera poco, durante
la gestación, la industria médica en la figura del obstetra se encargará de
reforzarle con pruebas “científicas” que es incapaz de dar a luz a su bebé, por
lo que la única opción disponible es practicarle una cesárea programada.
Desde el mismo momento del nacimiento de su bebé, el centro de salud pone en práctica un protocolo que la aleja de su bebé y la posibilidad de una lactancia sin complicaciones y un poco más tarde al pediatra le corresponde la tarea de convencerla - con mensajes construidos por
la industria que fabrica la fórmula infantil- que no pasa nada si no amamanta, al fin de cuentas la lata es igual de buena.
A esta madre, ya golpeada
por el poderoso sistema empeñado en
acabar con nuestro ser mamífero y separarnos de nuestros bebés, queda sumergida
en un complejo entramado social que queriéndolo o no, también juega en contra de
ella y su bebé, reproduciendo en la vida cotidiana los mismos mensajes
negativos alrededor del parto y la lactancia, esta vez avalados por experiencias personales que los hacen muy convincentes, consiguiendo disminuir la confianza de la madre para producir tanto
la leche materna como los cuidados que necesita su cría.
La mejor manera de evitar
este juego perverso contra la lactancia es acompañando a la madre y a su bebé
en su proceso, entendiendo que si se presentan dificultades durante el
amamantamiento lo mejor es buscar ayuda concreta de personas/instituciones que
se dediquen al acompañamiento en lactancia. Del entorno de la madre depende en
buena parte que ella pueda alcanzar una lactancia placentera y continuada junto a su bebé.
Las imágenes que acompañan este artículo fueron tomadas de Internet
1 comentario:
Somos presa de la industria, en veces me pregunto como una madre de hace unos 40 años atras podia parir a lo largo de su vida 10 hijos por el parto natural y poder alimentarlos en su totalidad con sus pechos. Es acaso que estas epocas del avance nos congelo la naturalidad de seguir siendo seres humanos.
Publicar un comentario