Amamantar es una experiencia que se vive durante meses o años.
Cuando estamos embarazadas nos preocupa y ocupa lo que para algunas
personas es la culminación de la gestación: el parto.
Estamos centradas
en la manera cómo vamos a parir, si va a ser parto vaginal, vertical, en
agua, ó si va a ser una cesárea. Invertimos
tiempo en buscar el lugar, en decidir a quién invitar, en preparar los
recuerditos, en tener todo lo que pensamos vamos a necesitar ese día.
En ese tumulto de pensamientos, emociones, algunas veces temores y la
logística que emprenden algunas familias, muchas veces se nos olvida que
el parto o la cesárea no es la culminación de la gestación, sino el
comienzo de la gestación de nuestro bebé fuera del útero.
Es
tan importante cómo vamos a parir, que cómo vamos a recibir a nuestr@
bebé. Aunque parece imposible desligar el parto del nacimiento, en la
práctica ocurre todos los días.
Que esto nos suceda parece
natural y tiene que ver con la fragmentación de los procesos naturales
de la mujer y su cría. El/la obstetra está enfocada en el parto y luego
que se produce el parto o cesárea, el bebé le corresponde a otro
profesional: el/la neonatologa. El sistema de salud es el que desvincula
el parto del nacimiento y por lo tanto del recibimiento del bebé.
Esa concepción es tan fuerte que hasta se ve reflejada en personas y
organizaciones que se dedican a promover el parto humanizado. Con
frecuencia su enfoque está en el proceso de parir y no en el
recibimiento del bebé donde el amamantamiento queda en un segundo lugar.
Resulta que ese recibimiento es determinante en la vida del
ser humano. Garantizar que podamos estar juntos y no separados, que
podamos amamantarl@s desde el primer momento en que nacen nuestros
bebés, debe recuperar su lugar tanto en los protocolos de atención
médica, como en nuestras prioridades como madres y padres.
¿Cómo garantizar que le pueda ofrecer el pecho durante la primera hora de vida?
¿Estoy convencida que puedo producir leche materna desde el primer día o
tengo dudas, inquietudes en relación al inicio de la lactancia?
¿Mi
entorno entiende la importancia del recibimiento del bebé? ¿Tiene claro
cuál es su papel mientras estemos en el hospital o la clínica?
¿Tengo derecho a reclamar a mi bebé cuanto antes, ó debo esperar
pacientemente a que me lo traigan después de varias horas de separación?
¿Qué impacto tiene esa separación en el inicio del amamantamiento?
¿Conozco el papel del calostro como escudo inmunizador de mi bebé?
¿Tengo conciencia de que el tetero de fórmula o suero glucosado puede
cambiarle la succión a mi bebé y hacernos la lactancia difícil?
De esto se trata la preparación para amamantar. Aproximarnos al momento
del nacimiento de nuestro bebé y prepararnos para saber cómo actuar en
determinadas situaciones. Ir desechando mitos y falsas creencias.
LLenarnos de confianza en la capacidad mamífera para amamantar. Conocer
qué técnicas son inadecuadas para amamantar y que pueden causar
problemas.
La lactancia NO es un asunto secundario. De la
preparación depende muchas veces que podamos evitar situaciones
difíciles, intervenciones innecesarias, dilaciones y separaciones
dolorosas. Nuestra experiencia con madres nos dice que la información y
la confianza es un escudo frente a los miedos propios y del entorno a
que amamantemos en libertad.
Prepárate durante la gestación para que la disfrutes a plenitud.
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