El pueblo lo dice y tiene razón,
las llama GUARDERÍAS con toda la razón
Muchos son los eufemismos usados para ocultar una de las más crueles realidades del modo de vida capitalista. Los y las enmascaradoras de oficio han inventado exquisiteces como Hogar de Cuidado Diario, Multihogares y Espacios de Cuidado Inicial, a las más sifrinas las llaman Kinder Garden y no falta quien en un destello de bolivarianismo las llame Simoncitos, como si al niño Simón no lo hubiera criando la negra Hipólita en brazos, bebiendo de unos pechos calientes, nutritivos y protectores.
Pero el pueblo sabio se niega al engaño y las llama Guarderías, es decir depósitos o espacios para Guardar a los niños y niñas mientras sus madres y padres son explotados en algún centro de trabajo durante 8 horas, más las 4 que debe emplear en promedio para trasladarse, en total entre 10 y 12 horas de desamparo y soledad, un coctel necesario para la construcción de ese hombre y mujer que necesita el capitalismo para su reproducción al infinitum, seres individualistas, competitivos, que entiendan que sólo el más apto debe sobrevivir.
En nuestro país, la mayoría de los 600.000 bebés que nacen cada año deberán ser depositados en Guarderías con tan sólo 12 semanas de nacidos, ya que sus madres sólo contamos con 12 semanas de permiso postnatal. Y eso en el “mejor” de los casos ya que el postnatal remunerado es un “privilegio” de sólo el 26% de las mujeres trabajadoras empleadas en el denominado sector formal.
La Guardería es sólo un síntoma, quizá el más cruel y despiadado, de este sistema capitalista que nos arrebata el amor, la salud, la vida y hasta a nuestros hijos e hijas. Lo más perverso son los sutiles artilugios usados por el sistema para naturalizar y privatizar este espantoso drama.
Las consecuencias se pierden de vista, sabemos que lo que ocurre en los primeros meses y años de la vida es determinante para lo que seremos el resto de nuestra existencia. Las investigaciones neurocientíficas están demostrando que la relación con una cuidadora o cuidador primario amoroso y estable condicionaran nuestra capacidad de amarnos y de amar a los demás.
Por tanto, la construcción de una sociedad amorosa, amante de la paz y solidaria pasa necesariamente por una profunda transformación de la manera como gestamos, parimos y criamos a nuestros hijos e hijas. Entendiendo a la crianza como un TRABAJO que colectivamente debemos proteger y reconocer.
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