LA FÓRMULA DEL ÉXITO DE LA INDUSTRIA DE ALIMENTOS PARA LACTANTES
La caída de las tasas de lactancia materna en el mundo es el
resultado de décadas de perversas
prácticas de negocio de la industria de fórmulas infantiles.
Desde que la industria de fórmulas infantiles
ideó -sin duda- una de las más exitosas estrategias de comercialización de producto
alguno, ha pasado más de 100 años y pocas iniciativas han dado resultado para
frenar los intereses económicos de empresas que ponen en riesgo
la salud y la vida de millones de seres humanos.
La estrategia ha sido y sigue siendo la COLUSIÓN
entre la industria de alimentos para bebés y la industria médica. Colusión es
un término utilizado para describir la actuación coordinada de un grupo de
empresas cuyo fin es perjudicar a un tercero, generalmente un competidor, en la
búsqueda de beneficios económicos superiores a los que obtendrían si
compitieran en condiciones de “libre mercado”.
De este acuerdo o pacto, surgen los Carteles. Según la doctrina neoliberal, la colusión incide negativamente
en los niveles de producción y precio de los bienes y servicios de una economía,
atentando contra la libre competencia, una de las prácticas -en apariencia- más
perseguida por el Capitalismo.
Para que la colusión se materialice es necesario que un líder (una empresa) modele las actuaciones del resto, llevando al cartel a alcanzar para todos un
beneficio económico superior al que es posible lograr en condiciones de “libre
competencia”.
Una relación de larga data
El vínculo entre la industria de alimentos para lactantes y la industria médica es de larga data. La fórmula infantil fue creada por médicos pediatras que preparaban en sus consultorios preparados a base de leche de vaca, azúcar, harinas y otros elementos, que luego vendían al detal a las madres que llevaban a sus bebés a consulta. Después de muchos experimentos y altas tasas de morbi-mortalidad infantil en las poblaciones que consumían las fórmulas, la industria de alimentos comenzó a producir y comercializar fórmulas infantiles de manera masiva.
La recompensa que recibió la industria médica, por “entregar” su producto a los fabricantes de alimentos, marcó para siempre la relación entre estos dos gigantes que poco tiempo después se repartirían el poder sobre el nacimiento y la alimentación infantil.
Desde entonces la industria de alimentos infantiles ha ido
tejiendo una compleja pero poderosa red alrededor de la industria médica
utilizando su vinculación con grandes laboratorios internacionales y la figura
descarada del patrocinio. A través de esta práctica la industria ha conseguido
poner a su servicio un ejército de hombres y mujeres profesionales de la salud
que actúan (concientes o no) como vendedores de fórmulas infantiles a millones
de madres en el mundo entero.
¿Quién es el competidor que hay
que destruir?
Las empresas fabricantes de alimentos para infantes, decidieron hace unas cuantas décadas unirse para destruir al enemigo común: la lactancia materna. ¿Qué sentido tiene entrar en una guerra de precios entre competidores para ganar mercado cuando hay un competidor que regala su producto? contra eso no puede ni el mejor equipo de estrategia de una transnacional multimillonaria como Nestlé.
En un mercado de productos hechos por el hombre, las empresas
que buscan la colusión intentan acabar con un competidor, ya sea a través de
campañas de desprestigio del producto o la empresa, guerra de precios, etc. A pesar de los miles de millones de dólares
que ha invertido la industria fabricante de fórmulas infantiles para estudiar
la leche materna, no ha encontrado aún ningún elemento que pudiera ser usado
para deshonrarla, todo lo contrario la leche materna es tal vez el único
producto al que sus detractores admiran profundamente y al que han tenido acceso
gratuito e ilimitado.
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